Precipicios de cristal: por qué se elige a una mujer en tiempos de crisis extrema
Lic. Milagros Faggiani [*]
Nota para Diario Perfil.
Mientras el pensamiento habitual asocia el liderazgo con rasgos masculinos, en situaciones de crisis, los prejuicios asociados a la feminidad son valorados. Se asume que son más comprensivas, serviciales, sofisticadas, conscientes de los sentimientos de los demás, intuitivas y creativas, características que son útiles a la hora de gestionar crisis.
Fue noticia en todos los medios del país: Silvina Batakis es la nueva Ministra de Economía de la Nación. Es la segunda mujer en ocupar ese cargo en la historia de Argentina.
El gobierno nacional actual no se caracteriza por la paridad. Hasta la semana pasada sólo 2 de los 20 ministerios del gabinete estaban liderados por mujeres. Ambas, además, en carteras con tareas “feminizadas”: Salud y Mujeres, Género y Diversidad. Entonces ¿por qué sumar una ministra ahora?
En muchos casos se habla de los techos de cristal (una segregación vertical: pocas llegan a estar dentro del gabinete) o incluso de las paredes de cristal (una segregación horizontal: cuando llegan, lo hacen en sólo algunas áreas). Pero el caso de Batakis nos permite hablar de otra barrera a la que se enfrentan las mujeres que quieren disputar liderazgos: los precipicios de cristal.
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También conocidos como acantilados de cristal refieren a esas situaciones de crisis en las que las mujeres tienen mayores posibilidades de obtener puestos de poder. Es decir, frente a contextos adversos para la organización, logran alcanzar esos cargos que antes les eran rechazados. Incluso, en áreas “masculinizadas”. Sin embargo, son roles de liderazgo precarios, que involucran un mayor riesgo de fracaso. Esto sucede con frecuencia en la política, pero el concepto se acuñó dentro del sector empresarial.
Todo empezó en 2003 cuando The Times publicó una nota que argumentaba que las empresas de Gran Bretaña que incluían mujeres en sus juntas directivas tenían peor rendimiento en sus acciones. “El ingreso de mujeres no siempre es triunfal”, decía el artículo. En resumen, el argumento sostenía que había mucha insistencia por romper los techos de cristal pero que eso traía pocos resultados.
Si para las mujeres es difícil obtener puestos directivos, la nota venía a afirmar todos los prejuicios existentes sobre su liderazgo. Por suerte, hubo personas que se preguntaron ¿esto es efectivamente así? En eso basaron su investigación Michelle Ryan y Alexander Haslam. De esta manera, descubrieron que la mayoría de las empresas que mencionaba The Times ya iban en caída cuando comenzaron a hacer más equitativas sus juntas. Por lo tanto, no eran ellas las que traían los malos resultados.
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Lo que es más interesante, demostraron que el proceso era inverso. Frente a malos resultados, las empresas estaban más dispuestas a sumar mujeres a sus juntas directivas. Así, las posibilidades de acceder a cargos jerárquicos, aumentaron para ellas en situaciones de crisis. Ryan y Haslam observaron el mismo fenómeno en otras organizaciones e incluso en partidos políticos. De esta manera es que aparecen los precipicios o acantilados de cristal.
Detrás está la idea de que cuando pensamos en crisis, también pensamos en mujeres: “Think crisis, think female”. Así, mientras el pensamiento habitual asocia el liderazgo con rasgos masculinos (como la dureza, competencia, ambición, racionalidad y agresividad), en situaciones de crisis, los prejuicios asociados a la feminidad son valorados. Estereotipos mediante, se asume que son más comprensivas, serviciales, sofisticadas, conscientes de los sentimientos de los demás, intuitivas y creativas. Todas características que son útiles a la hora de gestionar crisis.
Pero por supuesto, esto tiene aparejado un mayor esfuerzo para aquellas que asumen el desafío de ser líderes en ambientes masculinizados. Porque no sólo que cuando ocupan puestos de poder la vara con la que se las evalúa es más alta. Sino que además los retos a los que se enfrentan, en muchas ocasiones, son mayores. En política, también implica que a la hora de armar las listas, las mujeres queden en candidaturas que por su contexto tienen menores probabilidades de ganar que las de sus pares varones. Por ende, desde la línea de largada, corren con desventaja.
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¿Significa que no deberíamos celebrar una ministra de economía mujer? No, personalmente celebro y deseo el mayor de los éxitos a Batakis en el enorme desafío que enfrenta. No sólo porque sea mujer, sino porque de su labor depende el futuro de todas las personas que habitan el suelo argentino. Pero no nos engañemos. La inclusión no debería ser solo cuando las papas queman o nadie más quiere el puesto. Un gobierno paritario, es el que abre puertas a mujeres en condiciones de igualdad, rompiendo techos, paredes y acantilados.
[*] Milagros Faggiani es Lic. en Ciencia Política (UCC). Coordinadora del Área de Comunicación Política en Analítica 427. Ha participado en el diseño e implementación de la estrategia de comunicación política digital en numerosas campañas electorales de nivel local y regional, en Argentina y América Latina. Autora de numerosas notas de opinión y artículos académicos vinculados a la participación política, la comunicación y la perspectiva de género.