El espejismo de la apertura legislativa y su reflejo en la comunicación

Lic. Milagros Faggiani [*]

Nota para el Observatorio Legislativo Argentino. 

Nuestros sistemas democráticos fueron pensados y fundamentados, sobre la base del imperio de la ley. Las normas, aparecían entonces como el modo de alcanzar una sociedad civilizada. Locke, uno de los pensadores políticos más importantes de la historia occidental planteaba en el siglo XVII:

“Como la gran finalidad de los hombres al entrar en sociedad es disfrutar de sus propiedades en paz y seguridad, y el gran instrumento y medio para ello son las leyes establecidas en dicha sociedad, la primera y fundamental ley positiva de todos los Estados es el establecimiento del poder legislativo”[1].

De este modo, los parlamentos tuvieron roles fundamentales en la construcción de las democracias modernas. El Poder Legislativo, al elegirse por el voto popular y aglomerar en un único órgano a distintos partidos, es el más político y el más representativo. Además, se supone que los legisladores y legisladoras, al ser elegidos según su distrito, son quienes más cercanía tienen con la ciudadanía[2]

Sin embargo, las democracias modernas vienen en declive. El último informe del Latinobarómetro indica que el 75% de las personas en Argentina están poco o nada satisfechas con la democracia.  Si vamos a datos más específicos sobre el Congreso Nacional, vemos que sólo el 18% tiene algo de confianza en esta institución. La mayoría manifiestan que la igualdad ante la ley que profesamos no es tal, que la ley no se cumple e incluso que es desconocida por gran parte de la población[3]. ¿Cómo pasamos del parlamento como el órgano más democrático a que sólo 2 de cada 10 personas confíen en él?

Es preciso aclarar que, pese al descontento con la democracia, la mayoría de los encuestados por el Latinobarómetro siguen sosteniendo que es el mejor sistema de gobierno tal como decía Churchill[4]. Actualmente, los gobiernos a nivel nacional, provincial y local trabajan de forma más democrática que nunca. Si nos detenemos a pensar las herramientas que incorporó el legislativo en el último tiempo, encontramos una gran variedad que fomentan la transparencia y la participación ciudadana. En ese sentido, han incorporado transmisiones en vivo de las sesiones y páginas de datos abiertos. Asimismo, los portales de leyes abiertas permiten que quienes ocupan las bancas compartan sus anteproyectos de ley para que cualquiera con interés en hacer comentarios pueda hacerlo.

El avance tecnológico y el advenimiento del nuevo ecosistema digita,l que permite el trabajo colaborativo mediante diversas plataformas, abrieron la puerta a oportunidades que antes eran impensadas. Hoy por hoy, se podría afirmar que casi la totalidad de los legisladores nacionales tienen redes sociales. Redes en plataformas que fueron pensadas para el diálogo y la cercanía. Sin embargo, las personas consideran que quienes están en política están alejados de sus demandas y expectativas. No sienten que sus necesidades sean tenidas en cuenta.

Esto se puede explicar parcialmente en tanto mucha de la información que obtienen en los medios de comunicación sobre las legislaturas es más bien superficial. La radio de la ciudad nos cuenta que dos concejales se pelean violentamente en plena sesión del concejo municipal, el diario provincial nos muestra cómo la ley no se pudo aprobar porque una legisladora se fue de vacaciones y vemos en la televisión nacional al senador que se quedó dormido en pleno debate.

Los medios, atentos a qué es lo que las personas consumen, comparten más noticias sobre escándalos que generan emociones como enojo, impotencia y descontento. De esta manera, la vida privada de una legisladora o legislador se vuelve mucho más vendible que el debate sobre los grandes problemas del Estado[5]. Esto no quiere decir que los errores de los funcionarios públicos no tengan que ser comunicados, sino que el volumen de difusión que reciben estos hechos es mucho mayor al que, por ejemplo, se les da a los debates en comisiones.

Además, los procesos de las legislaturas, lentos y complejos, no son atractivos para la lógica de los medios. O no la mayoría de las veces. Los órganos deliberativos tienen un lenguaje técnico que es difícil de comunicar. Se le cuenta al ciudadano o ciudadana que se presentó un proyecto, recién a los meses empieza a ver el debate en comisiones (si es que lo ve) y sigue teniendo que esperar un arduo proceso hasta que por fin sea aprobado. Una lógica contrapuesta a una ciudadanía que quiere resultados concretos y los quiere rápido[6].

Frente a eso, ¿qué queda? Ante la desconfianza, la respuesta está en que quienes ocupan bancas legislativas empiecen a construir vínculos más estrechos con la gente. Por un lado, con más política territorial, de esa que se acerca a los barrios y que escucha los problemas y necesidades de sus habitantes. Por otro lado, con más comunicación para informar, reducir brechas y mantener el diálogo también por los canales digitales.

Así, quienes nos desempeñamos en la consultoría política afirmamos que es necesario reforzar nuestra labor sobre la tríada redes, medios y territorio. Se trata de tres elementos que deben necesariamente ser simbióticos para la capitalización política del accionar legislativo. Porque, en definitiva, la labor de los parlamentos y su relevancia sólo será valorada en la medida en que los vecinos puedan percibir efectivamente mejoras en su calidad de vida. Para ello, es importante un estilo comunicacional que proyecte cercanía y en el que las personas encuentren un canal de diálogo.

Por ejemplo, si una ciudadana entra al perfil de Instagram de un diputado o una diputada y sólo ve fotos de escritorios, su sesgo de confirmación le hará pensar “claro, se la pasa todo el día sentado en una oficina y no conoce la calle”. La propuesta, en cambio, es un paso hacia las redes entendidas como canales de diálogo. Ya no estamos frente a plataformas de comunicación donde el formato es unidireccional. Las nuevas redes están pensadas principalmente para ser un espacio de escucha, donde los ciudadanos y ciudadanas quieren contactarse con “la política” y manifestar sus demandas. Es un espacio en el que esperan encontrar no sólo a un funcionario o funcionaria, sino también a una persona con intereses con los que puedan empatizar, con valores, con una familia.

Lo mismo sucede en los medios, pese a las contradicciones que pueda haber con la lógica deliberativa, no dejan de ser un canal por excelencia para comunicar a la ciudadanía. El diputado con mejor imagen nunca es el que más asiste a las sesiones o mejores proyectos presenta, sino el que comprende la lógica mediática y utiliza los medios como la televisión o la radio para darse a conocer.

Un legislador o legisladora responsable, no sólo debe actuar como tal sino también comunicar lo que hace[7]. Como decía Maquiavelo, “no es necesario que el príncipe posea todas las cualidades, pero es importante que parezca poseerlas[8]. Para ello, es fundamental que los legisladores alcancen un diálogo fluido con los y las periodistas, entendiendo los tiempos y las lógicas de la prensa. En este sentido, aparecer en televisión no tendrá ninguna repercusión si no logran captar la atención de la gente. Es clave que se aprovechen estos espacios para hablar de lo que realmente le interesa al público, en un lenguaje que pueda ser entendido para quienes miran desde sus casas.

Todo lo anterior también aplica para la comunicación offline, porque las redes ni los medios sustituyen al territorio. Es notable la percepción distinta que se genera entre un legislador que sólo está en la capital -provincial o nacional- ocupando su cargo, y uno que sigue recorriendo su departamento, visitando los barrios, las instituciones locales y las sedes partidarias. También en estas ocasiones, tomarse el tiempo para escuchar a quienes están presentes y dialogar es fundamental. Después de todo, ante una ciudadanía que no se siente escuchada, prestar un oído es lo que hace la diferencia.

Referencias 

[1] Locke, J., (1994). Segundo tratado sobre el gobierno civil. Barcelona: Altaya. P. 99
[2] Arias, G. y Doldán, L. (2021) Comunicar lo local. Editorial La Crujía.
[3] Latinobarómetro. (2020). Análisis online. Recuperado de: https://www.latinobarometro.org/latOnline.jsp
[4] Latinobarómetro. (2020). Análisis online. Recuperado de: https://www.latinobarometro.org/latOnline.jsp
[5] Ogle, D. y Durán Barba, J. (2002). Manual de relaciones legislativas con la prensa. State Legislatives Leaders Foundation. 2d edición. ISBN: 9978430733
[6] Arias, G. y Doldán, L. (2021) Comunicar lo local. Editorial La Crujía.
[7] Ogle, D. y Durán Barba, J. (2002). Manual de relaciones legislativas con la prensa. State Legislatives Leaders Foundation. 2d edición. ISBN: 9978430733
[8] Maquiavelo en Santaella Lopez, M. (1990). Opinión pública e imagen política en Maquiavelo. Editorial Alianza. España. ISBN: 84-206-2639-2

[*] Milagros Faggiani es Lic. en Ciencia Política (UCC). Coordinadora del Área de Comunicación Política en Analítica 427. Ha participado en el diseño e implementación de la estrategia de comunicación política digital en numerosas campañas electorales de nivel local y regional, en Argentina y América Latina. Autora de numerosas notas de opinión y artículos académicos vinculados a la participación política, la comunicación y la perspectiva de género.